La vuelta a la normalidad tras el COVID: priorizando la salud mental
El COVID ha marcado una gran diferencia en nuestra sociedad. Como bien sabemos, ha sido un acontecimiento que ha marcado un antes y un después en nuestras vidas, no solo a nivel económico, social y cultural, sino también a nivel psicológico y emocional.
Aparentemente, y hablando en términos generales, la vida de nuestros pacientes mantenía un supuesto ritmo diario, es decir, unas rutinas, planes, un estilo de vida personal y laboral, unos hábitos, unas obligaciones, que generaban sensación de orden y estructura en su vida. Con la aparición del COVID, la mayoría de aspectos comentados, quedaron estancados o directamente desaparecieron y se perdieron, generando confusión, desorden y sensación de caos.
El presente dejó de tener protagonismo en sus vidas y el futuro pasó a ser la gran incertidumbre. Abundaban emociones de tristeza, de rabia, impotencia, frustración y mucho miedo. Comenzaron los problemas económicos, familiares, que, por supuesto, ya existían en nuestra sociedad, pero se potenciaron a niveles descomunales, y eso abrió la puerta y rompió con la salud mental de muchas personas.
De repente nos encontramos con una situación incontrolable, resultaba casi imposible poder gestionar algo así tanto a nivel psicológico, como emocional. La abundancia de pensamientos negativos, catastrofistas, derrotistas, solo daban lugar a emociones desagradables y por consecuencia, a conductas de bloqueo, evitación, aislamiento, entre otros.
La vivencia del COVID ha tenido un gran impacto emocional y psicológico en los pacientes rompiendo por completo su esquema diario y teniendo que reconstruir de nuevo su vida. Adaptarse a una situación completamente nueva y dolorosa, observando cómo el mundo iba poco a poco decayendo, experimentando y observando el sufrimiento ajeno, la soledad y el aislamiento del entorno, sabiendo que uno solo no puede hacer nada.
En consulta hemos percibido un mayor volumen de pacientes con sintomatología ansioso-depresiva reactiva a la situación, al estrés, miedo al futuro. Menor gestión emocional, menor paciencia, sensación de ahogo, desesperación, descontrol y una falta de disfrute del presente.
Como desafíos plantearía un mayor cuidado de la salud mental de las personas. Puede resultar un desafío simple, pero es más complejo de lo que pueda parecer. Priorizar la salud mental en nuestra sociedad debería comenzar a ser nuestro principal desafío, dándole su lugar físico.
Es importante comenzar a priorizar nuestra salud mental para poder empezar a vivir en el mundo y dejar de sobrevivir.
Los factores sociales, económicos y culturales en el impacto de la pandemia en la salud mental de las personas
El ser humano por naturaleza es un ser social, se relaciona, interactúa, intercambia información, y eso es enriquecedor para cada individuo. Cada uno es diferente; existen personas que necesitan más su espacio, y existen personas que necesitan estar rodeados continuamente, en cualquiera de los casos, todo es respetable y saludable si la persona se siente bien de ese modo.
Con la aparición del COVID, las personas dejaron de relacionarse, cada uno se quedó en su casa encerrado y eso redujo las interacciones sociales. Ese encierre y esa sensación de ahogo, sobre todo para las personas que estuvieron solas, desencadenó sintomatología depresiva, ansiosa, apatía, anhedonia, etc.
A nivel económico y cultural, el impacto de la pandemia en la salud mental de las personas ha sido devastador. Muchas personas se quedaron sin trabajo, familias a las que no poder mantener, viviendas que no poder pagar, empresas que tuvieron que cerrar, países subdesarrollados que quedaron sin turismo, sin recursos, que tuvieron que sobrevivir bajo mínimos.
Los países del tercer mundo fueron los que se vieron más afectados por su falta de asistencia sanitaria y la escasez de entrada económica al no tener turismo, entre otros.
Muchas personas han sufrido pérdidas significativas durante la pandemia. ¿Cómo puede esto complicar la salud mental y qué enfoques terapéuticos son más efectivos?
Lamentablemente, la pandemia ha provocado miles de muertes en todo el mundo. Pérdidas de seres queridos como hijos, padres, parejas, amigos, abuelos, de los cuales no han podido despedirse. Esto puede suponer un gran impacto emocional al no poder despedirse de un ser querido, dando lugar a un duelo no resuelto o duelo patológico.
Por otro lado, la pérdida de empleos de la noche a la mañana por una fuerza mayor implica no poder finalizar un proceso laboral de manera saludable con un acompañamiento necesario, una despedida de los compañeros, recogida de todas las pertenencias, etc. Estaríamos hablando de un proceso de duelo más materialista, pero no resuelto.
Es importante tener en cuenta que el duelo es una respuesta natural ante la pérdida de algo que ha sido o es valioso para nosotros. Como decía antes, puede que asocies el duelo con la muerte de un ser querido, pero cualquier pérdida puede generar dolor.
En estos casos, lo primero y más importante es generar un lugar cálido y de confianza con el paciente. Presentar su duelo, que exprese su pérdida con detalle, que desahogue y desatasque su bloqueo emocional.
Es importante poder hablar con naturalidad del hecho. Una vez compartido el duelo, uno de los ejercicios que suelen ser muy útiles es la escritura de una carta de despedida, escribiendo con detalle las emociones experimentadas tanto positivas como negativas. No se trata de escribir la carta en un día, si no ir haciéndola poco a poco, en un momento de tranquilidad y calma, reconectando con uno mismo y con sus emociones. Una vez escrita la carta, puede ser compartida con el terapeuta (más recomendable) o en solitario, y acto seguido, quemarla, romperla con cariño, para cerrar el duelo y quedar en paz.
Otro ejercicio muy interesante es el de la silla vacía: colocar al paciente frente a una silla vacía y darle el espacio para expresar todo aquello que no dijo y que quedó pendiente, como si en esa silla estuviera esa persona querida.
Por último, me gustaría remarcar que no se trata de superar los duelos, sino de procesarlos de una manera más sana, y de aprender a convivir con ellos, porque siempre estarán ahí.
Para los pacientes interesados en mejorar su salud mental después de la pandemia, ¿qué consejos sugeriría?
Es importante que cada ser, de manera individual, intente poner el foco en sí mismo, se fije en su salud mental, se cuestione en qué punto se encuentra, cómo se encuentra, cómo está y entonces valore qué es lo que necesita o qué es necesario hacer para poder estar mejor; si no sabemos cómo estamos, será difícil saber qué debemos hacer para poder sentirnos mejor.
Es cierto que siempre se puede estar mejor, pero se trata de conseguir un estado en el que exista un equilibrio entre bienestar, tranquilidad, paz mental, intentar llegar a una mínima armonía interna.
Sugiero construir una área personal en nuestras mentes y hacerlas reales, dedicarnos un espacio donde pueda entrar nuestra salud mental, nuestros pensamientos, nuestras emociones, construir un lugar seguro que pudiéramos ser nosotros mismos, en vez de ir buscando el lugar seguro en los demás, construir el amor y el cariño desde el interior de uno mismo.
Comenzar a reconstruirse a partir de un diálogo interno que parta desde el “cómo estoy, cómo me siento, qué necesito”, para dar lugar a respuestas más conductuales como dedicar más tiempo a las cosas que nos hacen sentir bien, compartir más con nuestros seres queridos, no dedicarle horas extras al trabajo, hacer más deporte, pasar más tiempo con la pareja, empezar a disfrutar de las pequeñas cosas, vivir más el presente. Suena utópico, suena fácil, pero no lo es.
La salud mental se construye, día a día, poco a poco, de manera constante y es responsabilidad de uno mismo, no del entorno. Cuando no lo hacemos, nuestro cuerpo también nos va avisando, con señales de alarma: comienzan los problemas del sueño, el estrés, la falta de tiempo, los malos hábitos. Cambiar eso que sí está en nuestras manos y empezar a aceptar lo que no podemos cambiar, sin quedarnos parados.
En conclusión, comenzar a priorizar nuestra salud mental para poder empezar a vivir en el mundo y dejar de sobrevivir.