Hablamos de adicción: lo que no se ve
La adicción se manifiesta de manera cada vez más evidente en nuestra sociedad, y aunque siempre ha sido un problema presente, hoy en día, gracias a los medios de comunicación, profesionales de la salud, revistas, blogs, entre otros, se ha vuelto aún más visible. En este artículo, basándome en mi experiencia como profesional en el campo de las drogodependencias (cannabis, cocaína, alcohol, etc), me gustaría profundizar en el componente emocional de esta problemática.
Antes de entrar en detalles, quisiera plantearte una pregunta: ¿cómo imaginas a alguien que lucha contra una adicción? Tómate tu tiempo para reflexionarlo.
La relación entre la adicción y las emociones es estrecha, lo que lleva en muchas ocasiones a hablar de patología dual: adicción y depresión, adicción y ansiedad, adicción y brotes psicóticos, entre otros. En ocasiones, surge la incertidumbre sobre cuál fue el desencadenante, cuál surgió primero, pero en lugar de quedarnos atascados en esa pregunta sin una respuesta clara, te invito a explorar más allá.
Comencemos por considerar la adicción como una enfermedad. La persona que padece una adicción está enferma y es fundamental que busque tratamiento y se ponga en manos de profesionales para su recuperación. Aquellos que intentan recuperarse por sí mismos enfrentan altas probabilidades de fracaso, si no son prácticamente imposibles.
Es importante destacar que la persona no es su adicción. A menudo, utilizamos un lenguaje como decir "soy adicto" o "soy depresivo", que, a mi modo de ver, no ayuda en el proceso de recuperación. Al hacerlo, la persona se coloca automáticamente una etiqueta de por vida, y lamentablemente, a veces somos nosotros quienes lo fomentamos. Los diagnósticos pueden hacer que las personas se sujeten tanto a ellos que les resulta difícil desvincularse.
Comparar "Hola, me llamo ‘’x’’ y soy adicto" con "Hola, me llamo ‘’x’’ y tengo una adicción" marca una diferencia significativa. En mi opinión, la segunda opción genera una sensación de esperanza y coloca a la persona en una posición diferente frente a su adicción, ni mejor ni peor, simplemente diferente. Catalogar y etiquetar solo genera presión y, en ocasiones, expectativas inalcanzables.
La persona que se encuentra con una problemática adictiva, ante todo, tiene un nombre, una edad, una profesión o no, unas virtudes, unos defectos, unas características que la o lo definen. Centrarse únicamente en la adicción significa perder de vista aspectos fundamentales de su identidad.
Cuando una persona pide ayuda, generalmente lo hace estando al borde del límite, ya sea por voluntad propia o por presión externa. Pedir ayuda nunca ha sido una tarea fácil para nadie. El paciente llega cuando ya no puede más, cuando siente que ha agotado todas las opciones de supervivencia que le quedaban. Si bien el enfoque inicial se centra en la adicción y su desintoxicación, la parte más crucial viene después: el trabajo interior.
Cuando hablo de trabajo interior, me refiero a todo lo que ocurre en la mente y el cuerpo de la persona: pensamientos, emociones, sentimientos, sensaciones físicas, todo lo que nos hace humanos.
Reflexiona sobre esto: el comportamiento adictivo es autodestructivo. Maltratar el cuerpo de esta manera plantea la pregunta de por qué alguien querría someterse a tal sufrimiento.
La adicción no se limita al mero consumo de drogas; también implica no sentirse bien con uno mismo, experimentar tristeza, vacío, necesidad de escapar y desconectar del mundo. Es sentirse solo, tener una baja autoestima, carecer de sentido en la vida, no tener metas claras, no quererse.
La adicción va mas allá del momento de euforia del consumo; es una fina capa que oculta todo lo que no se ve.
Las personas que luchan contra una adicción, donde el consumo de sustancias se convierte en un problema y sienten que están perdiendo el control de sus vidas, esconden un dolor profundo en su interior.
Cada individuo, en el mundo, busca sobrevivir a su manera; algunos recurren al deporte de manera obsesiva, trabajar 24h, a comer compulsivamente para aliviar su ansiedad, o incluso evitan salir de la cama. Estas conductas, de alguna manera, representan formas de castigar al cuerpo, cada una a su nivel, pero si te fijas, son vías de escape. Aquellos que caen en el abuso de drogas buscan la desconexión del mundo real, tratando de evitar sentir, ya que su realidad no les brinda la felicidad necesaria para vivir en paz.
El proceso de consumo comienza gradualmente, desde niveles bajos hasta aumentar la tolerancia del cuerpo. El cerebro experimenta placer con cada dosis, afectando completamente el sistema de recompensa. Cada encuentro con la sustancia se registra como positivo, generando el deseo de repetir la experiencia. Sin embargo, este ciclo se vuelve más autodestructivo con el tiempo, ya que se necesita cada vez más para alcanzar el mismo efecto. La rueda del consumo, el subidón seguido del bajón con sentimientos negativos, se convierte en una constante búsqueda de sentirse bien de nuevo, aunque nunca sea como la primera vez.
La adicción se asemeja a una vela que se apaga gradualmente. Cuando alguien enfrenta una adicción, no sólo lidia con un cuerpo intoxicado, sino también con un rompecabezas completamente desmontado y roto, con piezas que faltan. Estas piezas pueden representar amigos, familia, salud, trabajo, hobbies, higiene personal, hábitos saludables y proyectos personales.
Después de lograr la abstinencia, es crucial abordar este rompecabezas. Cada pieza debe ser recogida, comenzando por la pieza personal del individuo. En esta pieza, encontramos inseguridades, miedos, inquietudes, tristeza, rabia, frustración, culpa y vergüenza; elementos fundamentales para entender y superar la adicción. Empezar desde el interior hacia el exterior es esencial, ya que el mundo interior de cada persona es como el océano; aunque desde la superficie parezca tranquilo, a la hora de sumergirnos nos damos cuenta de la complejidad oculta que existe en lo más profundo. De manera similar ocurre con los seres humanos, podemos llegar a descubrir infinitas experiencias y emociones dentro de cada uno.
Descubrir, entender y sumergirse en la complejidad emocional de la adicción implica ir más allá de lo evidente, desenredando las capas que esconden su carga real. Significa liberarse de opiniones, prejuicios y juicios personales para ver la realidad tal cual es.
Quiero dejar claro que no intento justificar la adicción ni minimizar su impacto en la persona afectada o en su entorno. No se trata de tomar partido ni de validar perspectivas opuestas. La realidad es simple: quien consume sufre, al igual que quien no lo hace.
Mi experiencia en grupos terapéuticos de adicciones me hizo darme cuenta de la parte más valiosa y enriquecedora del tratamiento: el autodescubrimiento. Desnudarse metafóricamente en terapia significa ser auténtico y aceptarse. La palabra clave aquí es "aceptación". Sin ella, no hay amor propio, y por ende, la indiferencia hacia el propio bienestar se instala, y lo que suele provocar la indiferencia hacia uno mismo es que en muchas ocasiones el papel autodestructivo pase a ser protagonista.
Por esta razón, elegí el título "Lo que no se ve" para este artículo reflexivo, ya que aborda conceptos que escapan a la percepción superficial. La adicción no es simplemente un comportamiento; es necesario ir más allá, explorar lo invisible para alcanzar una verdadera curación.